Las 7 razones ocultas por las
que los empleados se van, el experto en compromiso laboral Leigh Branham nos
desvela las escondidas e intrincadas motivaciones por las que muchos empleados
competentes se ven impelidos a cuestionar sus empresas, desconectarse del
trabajo en ellas y, finalmente, abandonarlas.
Las verdaderas causas de fondo de la rotación del
personal se encuentran veladas delante de nuestros propios ojos. Sólo hace
falta prestar un poco de atención para ver que no son otras sino la falta de
reconocimiento, trabajos que no llenan, unas limitadas posibilidades de
promoción, malas prácticas de gestión, un liderazgo falto de confianza o
culturas laborales disfuncionales.
Sin embargo, todas ellas se mantienen ocultas ante los
individuos que precisamente deberían ser los más conscientes de ellas: aquellos
directivos cuya función es involucrar y retener a los mejores empleados de cada
organización. La mayoría de dichos directivos cree que estos empleados se van
de la empresa porque les atraen mejores ofertas de fuera (“factores de
atracción”). Aunque, sin duda, dichas ofertas desempeñan un papel importante,
considerarlas la causa principal resulta simplista además de superficial.
Lo que estos ejecutivos olvidan es que son los
“factores de repulsión”, ya mencionados, los que fomentan el atractivo de las oportunidades
externas. La pregunta que deberían hacer a estos empleados no es “¿Por
qué nos dejas?”, sino “¿Por qué no te quedas?”.
Basándose en los datos proporcionados por unas 19.000
encuestas realizadas a empleados por el prestigioso Instituto Saratoga
(dependiente de la consultora Price water house Coopers), el autor analiza cada
una de las razones del descontento y propone medidas concretas que cualquier
empresa puede adoptar para satisfacer mejor las necesidades de sus empleados,
darles la oportunidad de desarrollarse, mejor ambiente financiero y evitar que
se vayan.
Primera razón: expectativas defraudadas
Cada día,
nuevos candidatos entran a formar parte de las plantillas de las organizaciones
llenos de ilusiones y expectativas poco realistas. Algunos permanecen en ellas
y se adaptan, otros se desentienden pero se quedan y muchos optan por irse.
En la raíz de
su descontento se encuentra una expectativa incumplida. En algunos casos,
ciertas esperanzas pueden haber sido poco realistas, pero en otros no es así.
Sea como fuere, lo que al final importa es que las expectativas poco juiciosas
o insatisfechas pueden costar a una empresa millones de dólares. El coste de
perder a un profesional generalmente se estima en el valor de su salario anual.
Si ese salario asciende a 50.000 pesos, perder unos 20 empleados al año se
saldaría con un millón de pesos.
En ninguna
“encuesta de salida” de una empresa (exit survey) es posible encontrar un listado de razones que
incluya “expectativas incumplidas”, aunque con toda probabilidad se trate del
motivo más fuerte. Según los datos aparecidos en numerosas investigaciones,
esta es la razón principal por la que un 4% de los empleados norteamericanos
dejan su trabajo el primer día, más del 50% lo hacen en los primeros 6 meses y,
con toda probabilidad, es el factor clave que impedirá a un 40% de ejecutivos
permanecer más de 18 meses en sus puestos.
Las
expectativas mutuas ocultas: el contrato psicológico. En su artículo clásico “El
contrato psicológico: gestionar el proceso de contratación”, John Paul Kotter
definió el contrato psicológico como “un contrato implícito entre un individuo y una organización que
especifica lo que cada parte espera recibir y dar una a otra en la relación”.
El cumplimiento o incumplimiento de este contrato se produce en función de
cuatro tipos de expectativas de las dos partes: lo que el empleado espera
recibir; lo que la organización está dispuesta a ofrecer; lo que el empleado
está dispuesto a dar y lo que la organización espera recibir.
Por ejemplo,
cuando un nuevo empleado espera que se le promocione tras un año en el puesto y
su superior no está dispuesto a hacerlo, una de las expectativas del primero se
ve frustrada y, viceversa: si es promocionado, su expectativa se cumple. Las
investigaciones de Kotter confirman que cuanta mayor correspondencia existe
entre las expectativas mutuas, mayor es la satisfacción laboral y menor la
rotación de los empleados.
Cuando un
empleado se da cuenta de que la empresa desoye algunas de sus aspiraciones, a
menudo se siente traicionado, como si un verdadero contrato fuese roto de mala
fe. Esta experiencia puede convertirse en un “shock” o punto de inflexión a
partir del cual se inicia la espiral descendiente de un progresivo menor
compromiso, hasta el abandono final de la empresa.
Cuanto más
claras sean las expectativas de un empleado, mayores probabilidades existen de
que se correspondan con las de la empresa. Sin embargo, muchos empleados
nuevos, recién salidos de la universidad, conocen sólo muy vagamente sus deseos
y necesidades. Este problema se complica cuando, tal y como ocurre muy a
menudo, tampoco la organización sabe bien qué es lo que espera del recién
contratado.
El contrato
psicológico cambia con el tiempo, en la medida en que las expectativas, tanto
del empleado como de la empresa, van modificándose. En cada reorientación de
las expectativas, la comunicación abierta debe ayudar a mantener la
convergencia de ambas partes o llevarles a renegociar o romper el contrato.
Las
prácticas que ayudan a mejorar el cumplimiento mutuo de las expectativas. Existen algunas prácticas de eficacia demostrada, utilizadas en las mejores
organizaciones, que aumentan considerablemente la probabilidad de que el nuevo
contratado triunfe en la empresa, se sienta satisfecho con su trabajo y
permanezca por mucho tiempo en la misma. Estas son:
Hacer
un análisis previo y realista sobre el trabajo con cada nuevo candidato. Esta práctica es la manera más habitual de abordar las expectativas
potencialmente desenfocadas. Supone una discusión abierta y franca sobre las
actividades del trabajo, el rendimiento que se espera, el equipo de trabajo
inmediato, las condiciones, reglas y políticas de trabajo, la cultura
corporativa, el estilo de liderazgo, la estabilidad financiera de la empresa y
cualquier otro tema cuyas sorpresas deban reducirse al mínimo.
Aunque esta
práctica no está exenta de controversias (el riesgo de asustar o perder
empleados talentosos puede ser grande), la experiencia de las empresas que la
han adoptado demuestra que aquellos candidatos que mejor se ajustan al perfil
son los que en menor número se echan atrás por haber participado en este
análisis previo e, incluso, se sienten más motivados gracias a él.
Por ejemplo, la
compañía GeoAccess, de Kansas City, se ocupa de concienciar a todos sus futuros
empleados sobre las maneras de comunicarse en su ajetreada cultura corporativa.
Se trata de un estilo de comunicación directo, sincero, espontáneo y a veces
incluso grosero. En las reuniones, los compañeros intercambian información que
es honesta, pero también capaz de herir.
Las empresas
que pierden candidatos cuando desvelan la verdad sobre el puesto o el lugar del
trabajo, los perderían igualmente en los primeros meses en su nuevo puesto. Por
el contrario, aquellas que dicen la verdad desde el primer momento y permiten a
los candidatos renunciar enseguida si no se sienten convencidos, ahorran los
costes de su reemplazo y retención.
Crear
unas descripciones de trabajo realistas con un listado breve de las
competencias principales. Al crear una
lista demasiado exhaustiva de requisitos y competencias que debe poseer el
“candidato ideal”, los equipos de recursos humanos reducen inadvertidamente su
base de candidatos, ya que el número que podrá pasar la selección es cada vez
menor. De esta manera, también abren la posibilidad de que el nuevo contratado
no esté a la altura de las expectativas de rendimiento fijadas.
Para evitar
ambos problemas es conveniente diseñar un listado realista de tan sólo las 5 ó
6 competencias más importantes para el éxito, preferiblemente talentos innatos
y no conocimientos técnicos. Por ejemplo, un buen representante del servicio al
cliente no necesita sólo conocer bien los productos de la empresa, sino también
una capacidad innata para no tomarse personalmente las iras del cliente.
Permitir
a los candidatos “ensayar” la experiencia del trabajo. La manera tradicional de
hacerlo es planteando al candidato una pregunta similar a “¿Qué haría si un cliente amenaza
con hablar con su superior y quejarse sobre el servicio?”, o “¿Puede recordar un momento en
que tuvo que enfrentarse a un cliente especialmente insatisfecho? ¿Cómo manejó
la situación?”.
Después de que
FedEx se diera cuenta de que el 10% de sus mejores directivos dejaba la
compañía, introdujo un curso de 8 horas llamado “¿Es dirigir para mí?”, que los
aspirantes deben seguir antes de convertirse oficialmente en candidatos a
puestos directivos. Durante el curso, los ejecutivos de FedEx describen de una
manera realista a los asistentes los retos diarios de ser directivo: horas extra
sin remunerar, sobrecarga de trabajo, problemas de gestión y de disciplina del
personal, etc. La compañía considera beneficioso este programa, ya que permite
eliminar a aquellos candidatos que no se adaptarían bien o que pretenden
convertirse en directivos como manera de promocionarse en la empresa.
Segunda razón: desajuste entre la persona y el puesto
Las
investigaciones de los últimos 25 años han demostrado que el 80% de los
empleados piensa que no utiliza sus capacidades a diario. Esto se debe a que
los directivos no se preocupan por ello o no notan el aburrimiento y hay una
escasez de retos; delegan muy poco las responsabilidades como para hacerlas
interesantes o convertirlas en un desafío; los empleados desconocen sus fuerzas
y el tipo de trabajo que mejor les convendría; muchas organizaciones carecen de
un método de evaluación efectivo del talento de sus empleados.
Dadas estas
situaciones, resulta sorprendente que un 20% del personal laboral sí llegue a
utilizar sus capacidades todos los días. Ello supone un recordatorio de que
existen contados directivos que se preocupan de que el talento de sus empleados
se corresponda con las exigencias del puesto y éste cumpla las expectativas de
quien lo ocupa.
El ingrediente
principal que escasea en muchas otras empresas es la falta de pasión en los
directivos para colocar a los empleados idóneos en un puesto. Aunque existen
muchos obstáculos que impiden el desarrollo de esta pasión, el más importante
es la falta de conocimiento sobre la naturaleza del talento humano. Algunos
directivos creen que sus empleados son piezas para colocar en cualquier ranura
donde se necesite. Otros son de la opinión de que las habilidades y el
conocimiento importan más que el talento. Y unos terceros están convencidos de
que, con una formación, tutoría y actitud adecuadas, los individuos pueden
aprender a hacer bien cualquier trabajo.
En el trasfondo
de estos tres malentendidos está la idea de que las necesidades de la
organización deben prevalecer sobre las necesidades del individuo, que siempre
es el que debe adaptarse. No obstante, en los tiempos actuales, las empresas
compiten por los talentos, y las oportunidades que éstos tienen de encontrar un
puesto acorde con sus necesidades son cada vez más numerosas. En este punto,
las organizaciones empiezan a darse cuenta de que tal vez sea posible encontrar
una manera de alinear las necesidades del empleado y las de la organización, de
manera que se satisfaga a ambas partes.
Las
mejores prácticas de selección. Las empresas
que gozan de una gran reputación a la hora de elegir a los mejores talentos y
colocarlos en los puestos acertados suelen tener en común una serie de
prácticas. He aquí las más significativas:
Comprometerse
con la mejora continua del talento. Las mejores
empresas son muy serias y decididas a la hora de planificar su gestión de
talentos. Son conscientes de que su futuro depende de la búsqueda y retención
de la gente adecuada para cada puesto y no lo dejan al azar.
Tomemos el caso
de The Hartford, que como la mayoría de las empresas todavía, solía depender de
los anuncios clasificados y los cazatalentos (head-hunters) para rellenar sus vacantes.
Con el tiempo, sus directivos comprendieron que gastaban demasiado tiempo y
dinero con tales métodos de búsqueda.
Decidido a
hacer algo al respecto, el director de RR.HH. de la compañía contrató a un
investigador para que identificara y evaluara tanto a los candidatos
recomendados por los ejecutivos de la empresa, como a los provenientes de otras
fuentes. Cada vez que recibían la recomendación de un candidato, el
departamento de RR.HH. le llamaba a la entrevista y la información obtenida en
ella pasaba a formar parte de una base de datos.
Con este
sistema, los ejecutivos se sintieron más libres para dedicarse a la búsqueda en
vez de a la evaluación de talentos. Gracias a esta medida, The Hartford también
rebajó los gastos de contratación y aumentó la retención de sus
empleados.
Crear
una amplia red para la captación de los mejores talentos. La lógica de esta práctica es simple: a mayor selección, más posibilidades
de encontrar al candidato perfecto. Hay tres maneras de expandir la base de
candidatos: no imponer demasiadas exigencias para el puesto, cambiar los
requisitos para el mismo y buscar bolsas de talento no exploradas antes.
A veces, las
descripciones del puesto contienen demasiadas condiciones, muchas de las cuales
son recomendables pero no esenciales, y obstaculizan el reclutamiento de los
nuevos talentos. Hay que tratar de eliminarlos, especialmente cuando el mercado
laboral se ve reducido o hay escasez de talento para el puesto ofertado.
Cambiar los
requisitos de un puesto puede aumentar la disponibilidad de los solicitantes.
Hubo un tiempo en el que la compañía UPS experimentaba una gran rotación entre
sus conductores. Al hacerles una encuesta sobre los motivos que les empujaban a
dejar la empresa, la mayoría manifestó que lo que más les molestaba era tener
que cargar y descargar los camiones. Tras este hallazgo, la compañía decidió
suprimir la carga y descarga como uno de los requisitos del puesto y crear una
nueva categoría: los cargadores. Este razonamiento estaba lleno de sentido: la
disponibilidad de conductores es mucho menor que la de cargadores, así que no
era nada conveniente reducir aún más la primera. Al final, resultó que la
rotación entre los cargadores era también alta, pero éstos eran más fáciles de
reemplazar y la solución, en definitiva, mejoró la situación.
En cuanto a las
bolsas de talento alternativas, una de las más ignoradas es la de los
candidatos internos. Muchos directivos dedicados a la contratación se
convierten en víctimas de sus propias y limitadas percepciones. No pensar en
los asistentes administrativos para los puestos directivos, por considerarles
empleados de segunda, es uno de los prejuicios más comunes.
Seguir
un proceso de entrevista bien definido y riguroso. La mayoría de las empresas con un buen historial de retención cuentan
con procesos de estas características y con unos profesionales de la
contratación que lo siguen al pie de la letra.
Así, por
ejemplo, ofrecen al personal de contratación una formación en “entrevistas
conductuales”, en las cuales se evalúa al candidato en función de las
competencias clave del puesto y se le invita a contar cómo y dónde las ha demostrado
en el pasado.
Algunas
empresas también recurren a varios entrevistadores: los futuros compañeros de
trabajo del candidato, con los que tendrá que relacionarse con frecuencia. De
esa manera no sólo se implica más a los miembros de los equipos en la toma de
decisiones, sino que se obtienen diferentes impresiones y valiosas perspectivas
de aquellos que tienen un interés personal en que se contrate a la persona
adecuada.
En Whole Foods
Markets, por ejemplo, sólo los equipos pueden dar el visto bueno definitivo a
la contratación fija de los nuevos empleados. Los jefes de tienda buscan a los
nuevos candidatos y los recomiendan para un puesto. El equipo les hace la
entrevista y se requiere una mayoría de dos tercios para aprobar su
contratación. Sin embargo, el recién contratado no se convierte en fijo hasta
que no pasa un periodo de prueba de 30 días y recibe la aprobación de su
equipo.
Tercera razón: seguimiento y consejos insuficientes al empleado
El seguimiento
del rendimiento y los consejos al empleado respecto a él son muy importantes
para este último, ya que le ayudan a encontrar respuesta a cuatro preguntas
básicas: ¿Hacia dónde
vamos como empresa? ¿Cómo llegamos hasta allí? ¿Qué se espera de mí? ¿Cómo lo
estoy haciendo?
Las respuestas
a estas cuestiones confieren mucho sentido a los esfuerzos de un empleado.
Todos tenemos una necesidad básica de ejercer alguna competencia y saber que
nuestros talentos sirven para hacer una contribución valiosa.
Las empresas
deben asegurarse de que sus empleados cuenten con mentores y reciban los
consejos oportunos de éstos para que sus esfuerzos permanezcan en sintonía con
las metas de la organización y las expectativas de sus supervisores directos.
Esta sintonía es la condición previa de su compromiso con el trabajo que
realizan.
Ofrecer buenos
consejos y seguimiento al empleado debe ir más allá del mantenimiento de unas
cuantas reuniones con él y tratar de crear una relación abierta, basada en la
confianza mutua.
La dinámica de
la relación directivo-empleado es compleja, pero en el mejor de los casos, con
buena fe y una actitud adecuada hacia el seguimiento, el empleado puede
recuperar un compromiso con el trabajo que se haya debilitado o perdido. En ese
sentido, sería recomendable implementar algunas de las siguientes prácticas:
Proporcionar
consejos y seguimiento intensivos a los nuevos empleados.
Los buenos
directivos saben que necesitan gestionar adecuadamente el proceso de adaptación
de su personal recién contratado. Para ello, adoptan unas medidas específicas, tales
como planificar la primera semana del empleado en su nuevo trabajo y pasar
suficiente tiempo con él al principio y final de la misma; durante esa semana,
hablar con los recién incorporados sobre lo que se espera de ellos en los
próximos tres meses y pedirles que redacten un acuerdo de rendimiento en el que
dichas expectativas se traduzcan en resultados específicos, medibles,
alcanzables y realistas; reunirse con ellos al cabo de los tres meses para
analizar los resultados obtenidos y sugerir otros nuevos para el próximo
trimestre; no olvidarse de preguntarles si alguna de sus expectativas no se vio
cumplida e investigar juntos las posibles razones.
Crear
una cultura de consejos y seguimiento continuos. En algunas culturas corporativas los consejos se imparten libremente,
mientras que en otras éstos se guardan para “un momento más oportuno” que nunca
llega o que coincide con el momento de la evaluación del rendimiento general.
La compañía General Electric, bajo la dirección de Jack Welch, tenía una cultura
de seguimiento constante. Cada día
se realizaban evaluaciones informales del personal en comedores, pasillos y en
reuniones de equipos.
Muchas empresas
han iniciado la “mentoría de 360º” o multilateral, que permite a los empleados
recibir consejos formales no sólo de sus superiores, sino también de sus
compañeros, subordinados o clientes. El objetivo es que puedan ver cómo se les
percibe desde todos los ángulos. Este método obtiene los mejores resultados
principalmente cuando los consejos sirven para el desarrollo de uno mismo y no
para evaluar el rendimiento o apuntar a las decisiones sobre la promoción o
subida del sueldo; cuando se pone en práctica no de manera impuesta, sino con
carácter voluntario; cuando a los empleados se les permite elegir a los evaluadores
junto con su supervisor directo y cuando tras recibir el informe de evaluación,
a los empleados se les anima a buscar aclaraciones en una discusión abierta con
los evaluadores.
Exigir
responsabilidades a los directivos por el seguimiento de sus subordinados. Algunas compañías como The Security Benefit Group de Topeka, Kansas, han
introducido los sistemas de “evaluación vertical”, mediante los cuales sus
empleados pueden evaluar la calidad de la gestión de personal de sus
superiores. Esta práctica ha mejorado considerablemente los resultados de la
evaluación desde que se introdujo en 1995.
Otras empresas
empiezan a incorporar las competencias de seguimiento en los listados de los requisitos clave que debe poseer
un directivo. Por ejemplo, en vez de exigir la simple “gestión de personal”
como una de las competencias de los directivos, es preferible seleccionarlos,
formar y evaluar en función de unas competencias definidas más concretamente.
Esto significa que la “gestión de personal” debe traducirse en varias
competencias más específicas, tales como la planificación de recursos humanos,
la selección de empleados, el seguimiento, la formación y desarrollo y el reconocimiento
y motivación de los empleados, con unas definiciones claras de lo que debe ser
cada una de ellas.
Cuarta razón: pocas oportunidades de crecimiento y promoción
Son tantos y
tan grandes los cambios que se han producido en el mundo actual de los negocios
y en su funcionamiento, que su impacto sobre las carreras profesionales de los
individuos que trabajan en las empresas debe ser reconocido.
Las oleadas de
reducción de plantilla han afectado al contrato de lealtad y aumentado los
niveles de estrés e inseguridad laboral. La atención continua hacia los
resultados finales a corto plazo, especialmente entre las grandes compañías,
ejerce una enorme presión sobre los ejecutivos para conseguir reducir costes y
obligar a los empleados a producir más con menos. La mejora en productividad se
obtiene así al precio de reducir la satisfacción del empleado con su trabajo,
congelar su promoción e impedir la creación de empleo.
El efecto
acumulativo de todos estos cambios ha sido la creación de un nuevo contrato
entre el empleador y el empleado que favorece las expectativas laborales a
corto plazo, la promoción en forma de reconocimiento, crecimiento y
satisfacción personal y una mayor autonomía del empleado.
Este nuevo tipo
de contrato no es aún una realidad en muchas organizaciones, especialmente en
aquellas que valoran el control por encima de la autonomía de sus empleados. En
contraste, la mayoría de los empleadores más atractivos apuesta por que sus
empleados tomen la iniciativa en el desarrollo de sus carreras profesionales,
permanezcan en la empresa y se sientan comprometidos con su trabajo. Para ello,
les proporcionan la formación y herramientas necesarias, tal y como demuestran
estas prácticas:
Ofrecer
las herramientas de autoevaluación y la formación en la autogestión de la
carrera profesional a todos los empleados. Las empresas inteligentes reconocen que sus empleados pueden no ser
totalmente conscientes de sus puntos fuertes y, en consecuencia, no pueden
comprenderlos, articularlos o utilizar todo su potencial. Al desconocer sus
talentos, los empleados pueden elegir puestos inadecuados para ellos. También
pueden “plagiar” las metas y ambiciones de sus compañeros de trabajo y asumir
roles incompatibles con su temperamento.
Es posible
fomentar el autoconocimiento y una fijación de objetivos realista mediante
herramientas como el software interactivo para la autoevaluación y
planificación de la carrera profesional (disponible en la intranet de la
empresa), los talleres de autoevaluación de la carrera profesional o la
implementación de procesos de evaluación de talentos que identifiquen las
mejores capacidades de los empleados. En este sentido, la compañía Land’s End
ha desarrollado un sistema online para el desarrollo de carreras profesionales
y aprendizaje de sus 8.000 empleados, llamado PeopleComeFirst. Mediante éste, un empleado
puede crear su propio plan de desarrollo de carrera, disponible online, para
servir de referencia y someterlo a revisión cuando el momento lo exija. Los
empleados suelen reunirse con sus superiores al menos dos veces al año para
trabajar sobre sus planes de desarrollo profesional, que les sirven como guías
de formación y promoción en la empresa.
Crear
alternativas a los sistemas de promoción tradicionales. Las organizaciones que de verdad valoran el talento no deben penalizar a
sus mejores técnicos obligándoles a buscar puestos de mando en la empresa como
única vía de obtener un salario más alto. En lugar de ello, la creación de
puestos técnicos de alto nivel, con mayor responsabilidad y un salario
adecuado, debe ser la prioridad. Con esta medida se les ofrecería la
oportunidad de crecer sin tener que abandonar la empresa ni trasladarles a
puestos de gestión de personal donde su posible incompetencia pudiera llegar a
manifestarse.
Los directivos
de los almacenes Mervin’s, de California, descubrieron que muchos de sus
empleados con talento en el departamento de comercialización dejaban la empresa
por estar cansados de unas posibilidades de promoción lentas e iguales para
todos. Decididos a resolver el problema, idearon una solución creativa:
conceder a estos individuos inquietos un estatus sin asignación que les
mantuviera disponibles para cualquier vacante que surgiera en las nueve
divisiones de la compañía. El nuevo equipo de los “no asignados” encontró en
esta oportunidad justo lo que buscaba: una gran variedad de nuevas
responsabilidades, nuevos contactos, nuevas oportunidades de aprendizaje y un
mayor control sobre sus horarios.
Mantener
un sólido compromiso con la formación de los empleados. Muchos directivos cuestionan los gastos en la formación de empleados,
especialmente en períodos de recesión. Les preocupa que estos empleados, una
vez formados, puedan abandonar la empresa e ir a trabajar para sus
competidores. Olvidan que los empleados pueden tanto recibir formación e irse,
como no recibirla y también abandonar o, peor todavía, no recibirla y quedarse.
Una buena
manera de otorgar a los empleados más autonomía y posibilidad de elección en su
propio desarrollo es crear cuentas de formación individuales, en las cuales
dispondrían de cierta cantidad de dinero para gastar anualmente en los cursos
patrocinados por la empresa, de los cuales uno o dos podrían ser elegidos según
su propio gusto.
El Grupo Horn,
una empresa de relaciones públicas de San Francisco, ofrece a sus empleados un
dinero que pueden gastar en cualquier tipo de curso que consideren útil para su
trabajo. Ese dinero, llamado “fondo de desarrollo personal”, se utiliza para
realizar cursos de gestión de tiempo, de escritura o asignaturas parecidas.
Quinta razón: sentirse infravalorado o no reconocido
Todas las
personas necesitan sentirse importantes y, sin embargo, muchas organizaciones
lo que consiguen es que su personal se considere a sí mismo insignificante. A
veces, los empleados notan una simple falta de aprecio, tienen el sentimiento
de merecer el reconocimiento y no recibirlo, o les parece que nadie nota su
existencia. Otras veces, el reconocimiento llega tarde, sienten que nadie les
escucha y que valen menos que los empleados de otras empresas o que se les
trata como a niños en vez de adultos.
En todos estos
casos, las organizaciones no sólo pierden la oportunidad de involucrar a sus
empleados en el trabajo que realizan, sino que les proporcionan el pretexto
para desatender sus tareas y, finalmente, dejar la empresa y aumentar así el
coste de la rotación.
Los directivos
son a menudo reacios a reconocer este estado de cosas por diferentes razones:
falta de empatía; poca atención al trabajo de sus subordinados para saber
cuándo una tarea realizada merece reconocimiento; desconocimiento del trabajo
de los empleados para poder diferenciar entre un rendimiento mediocre y uno
extraordinario, o la simple creencia de que el reconocimiento es algo que
corresponde a la sección de RR.HH.
Aunque muchas
de estos obstáculos sean comprensibles, no hay que olvidar que existen empresas
que, a pesar de ellos, han conseguido crear unas culturas corporativas de
reconocimiento. La tarea de construir una cultura así es inmensa, especialmente
para las organizaciones con una historia de liderazgo autoritario u
organizaciones de carácter muy técnico o científico donde el pensamiento prima
sobre las emociones.
Las
mejores prácticas de reconocimiento para involucrar y retener a los empleados. Las empresas gastan millones de dólares al año en consultores
especializados en remuneración, con objeto de asegurarse que los planes de la
misma se ajustan a sus culturas y metas corporativas. Por este motivo, resulta
difícil afirmar la existencia de unas prácticas que funcionen con igual buen
resultado para todas las organizaciones. Sin embargo, en la actualidad triunfan
ciertas tendencias que resultan más motivadoras y apropiadas para las nuevas
generaciones de empleados. He aquí algunas de ellas:
Ofrecer
un sueldo base competitivo relacionado con la creación de valor. La necesidad actual de
proporcionar un valor añadido a los clientes, unida a la de controlar las
subidas del sueldo base, ha llevado a muchas empresas a relacionar el sueldo
base más con la creación de valor que con el rango o los años de experiencia
laboral. Este nuevo énfasis es notable en un cada vez mayor número de
compañías, que pagan más a empleados de rango inferior que a los superiores de
éstos basándose en la consideración de que su contribución para alcanzar los
resultados finales ha sido mayor o decisiva. En la Container Store, por
ejemplo, considerada como una de las 100 mejores empresas donde trabajar según
la revista Fortune,
no es infrecuente que un asociado de ventas gane más que el jefe de tienda.
Premiar
resultados con una paga variable en sintonía con el cumplimiento de las metas
de la empresa. Debido a que cada vez se presta más atención a la
productividad, muchas compañías optan por nuevas prácticas de remuneración que
requieren de los empleados arriesgar su salario a cambio de mayores beneficios
si con él ayudan a la empresa a cumplir sus objetivos de negocio. Mientras que
muchos empleados se sienten incómodos asumiendo riesgos de este tipo, otros
tantos, incluidos los mejores de ellos, acogen favorablemente la oportunidad de
convertirse en “propietarios” y ser retribuidos en proporción a su
contribución.
USA 800 Inc.,
un centro de llamadas y realización de pedidos con unos 400 empleados en EEUU,
llegó a tener unas tasas de rotación de hasta el 70%, lo que le ocasionaba unas
grandes pérdidas de dinero invertido en formación y múltiples interrupciones en
el servicio al cliente. Los propietarios de la empresa decidieron convertirla
en una entidad perteneciente en un 100% a los empleados. Desde entonces, sus
ingresos aumentaron hasta en un 30% y la tasa de rotación de empleados bajó al
23%. Otro beneficioso efecto de esta medida fue que el 80% de los directivos de
la compañía provienen hoy de sus propias filas.
Mantener
a los empleados informados de la situación de la empresa. Pocas cosas puedenhacerles sentirse menos importantes a los empleados que
la retención de información que éstos quieren y necesitan conocer. Ocultársela
provoca su desatención, alienación y falta de compromiso con la empresa. Por el
contrario, las organizaciones que garantizan a sus empleados un flujo constante
de información relevante fomentan la identificación y el compromiso con la
entidad.
Para ilustrar
este punto cabe recordar la famosa historia de éxito de la Springfield
Remanufacturing Company y su “gestión de cuentas abierta”. Tras muchos años de
frustración por trabajar en una compañía donde la información era privilegio
exclusivo de la alta dirección, Jack Stack fundó Springfield Remanufacturing
Company comprometiéndose a hacer pública su información operativa y financiera
y a enseñar a sus empleados a saber interpretarla y a tomar decisiones de
acuerdo con ella. Stack también ofreció a los empleados participaciones en el
capital de la compañía, lo cual fortaleció su sentimiento como propietarios del
negocio. Como resultado de estas prácticas, las ventas anuales de la compañía
crecieron de 16 a 83 millones de dólares en tan sólo 9 años, y el libro de
Stack, “El gran juego del
negocio”, atrajo tanta atención que docenas de compañías, entre ellas
FedEx, Allstate Insurance, Exxon, The Body Shop y Hostess Frito-Lay, han
adaptado las ideas allí descritas a sus propios negocios.
Sexta razón: el estrés por sobrecarga de trabajo y el desequilibrio entre
el trabajo y la vida personal
La existencia
del estrés en la vida laboral no es ninguna sorpresa, pero resulta revelador
considerar cuántas cosas están relacionadas con él en el lugar de trabajo:
sobrecarga de trabajo, conflictos de personalidad, horas extra forzadas,
supervisores desorganizados, chismes, acoso, prejuicios, deficiente trabajo en
equipo, abuso de los directivos y falta de sensibilidad, horarios inflexibles,
etc.
Los comentarios
de los encuestados por el Instituto Saratoga no dejan lugar a dudas: a los
empleados se les exige hacer más con menos, están expuestos a abusos, acosos e
insensibilidades de todo tipo, muchas veces tienen que sacrificar su familia o
su vida personal, su trabajo no les proporciona ninguna diversión y los
beneficios no se ajustan a sus necesidades.
Según se
desprende de estas encuestas, es evidente que una cuarta parte o la mitad de
todos los encuestados siente que algo va mal a causa del estrés, y que este
tiene un efecto negativo sobre su productividad y sobre las probabilidades de
permanecer con sus empleadores actuales.
Mientras que
muchos investigadores coinciden en que algunos empleados son más susceptibles
al estrés que otros, todavía son más los que consideran que las condiciones
negativas de trabajo aumentan el estrés entre todos los empleados. Sin embargo,
lo principal aquí es que los ejecutivos sean conscientes de la existencia de
ese estrés y diseñen planes para reducirlo, mejorando así la productividad,
compromiso y retención de sus empleados.
En un número
cada vez mayor, algunas empresas empiezan a comprender que ocuparse de sus
empleados como personas no es sólo lo correcto, sino también lo mejor para el
negocio. En la última década se han acumulado muchos datos que confirman la
existencia de una relación directamente proporcional entre el tratar bien al
personal y la rentabilidad de las empresas. He aquí los perfiles de las más
significativas entre ellas:
El
primer y mejor sitio para trabajar en EEUU: Smucker’s. La J. M. Smucker Company, de Orville, Ohio, llegó a ocupar el primer puesto
en el listado de la revista Fortune de las 100 mejores empresas para trabajar en EEUU
por seguir haciendo lo que hacía durante años: escuchar con toda atención,
buscar el bien en los demás, tener sentido del humor pero no a costa de los
demás y saber agradecer el trabajo bien hecho. Aunque muchas otras compañías
cuentan con declaraciones de valores similares, pocas las siguen tan al pie de
la letra como Smucker’s.
La compañía no
ofrece acciones, guarderías ni otras gratificaciones de moda, pero sí garantiza
un horario flexible o un promedio de 70 horas de formación al año. Según sus
empleados, son este tipo de intangibles los que la hacen especial a sus ojos.
Sus efectos se dejan ver en una tasa de abandono voluntario de no más del 3%.
El
segundo mejor sitio para trabajar en EEUU: Alston & Bird. Este bufete de abogados de
Atlanta concede a las madres tres
meses de permiso de maternidad y otro tanto a los padres cuando son el cuidador
principal. La empresa cobra a los empleados una cantidad razonable por los servicios
de guardería que posee en sus oficinas y ofrece unas 50 horas de promedio al
año para formación. Su crecimiento anual es del 8% y su rotación tan sólo del
7%.
El
tercer mejor sitio para trabajar en EEUU: The Container Store. Este mayorista ya lleva años figurando entre las mejores empresas para
trabajar. Una de sus peculiaridades son las clases semanales y gratuitas de
yoga para los empleados, de los cuales un 25% asiste asiduamente. The Container
Store ofrece un promedio de 162 horas anuales de formación y es conocida por la
alta moral de su personal. Entre otros beneficios que brinda están los masajes
mensuales, las clases de estiramiento y un diario personalizado online de
ejercicios y nutrición para cada empleado.
Séptima razón: la pérdida de confianza en el liderazgo superior
Los ejecutivos
que pertenecen a la categoría de liderazgo superior de una organización tienen
el reto de construir una cultura de confianza e integridad que fortalezca el
compromiso del empleado. Aunque este reto también existe para cualquier otro
ejecutivo o empleado, les corresponde a los líderes superiores dar el tono y el
ejemplo para el mismo.
Sin embargo, si
les falta la confianza de sus empleados, incluso sus mejores esfuerzos no serán
suficientes para atraer, involucrar y retener al personal necesario para que
una empresa alcance sus metas. En lo que atañe a las cúpulas directivas, las
preocupaciones más frecuentes de los empleados tienen que ver con la falta de
confianza e integridad; aislamiento y pérdida de contacto con la realidad
cotidiana; la avaricia y el interés personal; falta de consideración y aprecio
hacia los empleados; su aislamiento e inaccesibilidad; mala gestión de los
cambios y deficiente comunicación.
Todas estas
quejas apuntan no sólo a la corrosión de la confianza, sino a una verdadera
crisis de la misma cuando se trata de la capacidad del liderazgo superior para
llevar al éxito a las organizaciones, que es requisito básico para involucrar y
retener a los mejores empleados.
Para
recuperarla los altos directivos pueden contar con unas cuantas prácticas
concretas, de las cuales cabe destacar:
Inspirar
confianza a través de una visión clara, un plan que funcione y la competencia
para ponerlo en práctica. Una de las
primeras condiciones para la confianza es la competencia; se sigue a aquellos
líderes que se consideran capaces. Los empleados esperan que sus líderes les
convenzan de que la organización es próspera y que les garantizará un trabajo y
un futuro. Cork Walgreen, presidente de Walgreen Drugs, ofrece en este sentido
el ejemplo de una determinación inquebrantable. Al ver que el futuro de la
compañía estaría cada vez más en las droguerías que en el servicio de
restauración, retó a la junta directiva a abandonar todos sus restaurantes en
cinco años. Se trataba de unos 500 establecimientos, pero la firmeza y la
validez de la visión de Walgreen se confirmaron como ciertas.
Apoyar
las palabras con los hechos. Una de las
principales fuentes del cinismo entre los empleados y de su falta de compromiso
es el fracaso de sus líderes en apoyar con hechos sus palabras. Se cansan de
oír cómo “la gente es
nuestro activo más importante” y ver el presupuesto para formación
recortado sin ningún miramiento; de cómo “la calidad es lo principal” y se
obliga a los empleados a terminar el trabajo en un tercio del tiempo necesario
o de cómo “tratar al
personal con justicia debe ser la prioridad de todos los directivos” cuando
no se exigen responsabilidades a aquellos que no lo hacen.
Depositar
nuestra confianza en los empleados. Demostrar
confianza en las personas que todavía no se han hecho dignas de ella es una
actitud arriesgada. Con ella, los líderes pueden comprometer su autoridad como
tales. Pueden confiar demasiado en sus empleados, tomar decisiones importantes
antes de que éstos estén listos y perjudicar así la relación con el cliente.
Los almacenes
Nordstrom son famosos por la confianza que depositan en sus empleados de
ventas, permitiéndoles tomar decisiones inmediatas que fomentan la lealtad del
consumidor, incluso cuando se trata de gastar el propio dinero de la compañía.
Conclusión
Convertirse en
una de las mejores organizaciones para trabajar es un sueño alcanzable para
cualquier empresa, independientemente de su tamaño. Ello no es una tarea fácil,
pero tampoco imposible. Con un esfuerzo conjunto entre alto liderazgo,
liderazgo de RR.HH., ejecutivos y empleados, esta meta ya ha sido hecha
realidad en muchas empresas del mundo. A cada una de todas las partes
interesadas le corresponde realizar unas acciones concretas.
Así, los
ejecutivos superiores deben comprometerse, conseguir el apoyo de todos los
implicados, construir una cultura de la confianza y de la competencia, aprobar
presupuestos y responsabilizar a todos los directivos en la tarea de retención
de empleados.
A los líderes
de RR.HH. les corresponde vincular las estrategias de talento con los objetivos
de la empresa, ayudar a la organización a comprender las verdaderas razones por
las que algunos empleados se quedan y otros se marchan y recomendar las mejores
prácticas.
Los directivos
tienen la mayor responsabilidad, pues son la razón principal por la que la
mayoría de los empleados se queda o abandona. Deben comprender que el salario
no es la razón principal para dejar una empresa y aceptar que su estilo de gestión,
en cambio, sí puede serlo, y así proceder enseguida a cambiarlo.
Finalmente, los
empleados deben recordar que ningún directivo posee tanto poder para
involucrarlos en el trabajo como ellos mismos. Al sobrevalorar el papel del
directivo en el fortalecimiento del compromiso del empleado con la
organización, muchas empresas se arriesgan a crear un ambiente en el cual los
empleados se vuelven pasivos y esperan que toda motivación e incentivo vengan
desde fuera. En esas circunstancias, es fácil caer presa de una mentalidad
victimista que sólo se ocupa de reclamar derechos olvidando las obligaciones.
El
mantenimiento de un fino equilibrio entre el compromiso y los derechos es la
obra común de los líderes de la empresa y sus empleados. La necesidad que ambas
partes tienen de llegar a un acuerdo confiere una importancia aún mayor a la
articulación de las formas concretas de ese compromiso y de las actuaciones de
los directivos encaminadas a fomentarlo.
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